¿Cuántas veces y en qué momentos debería visitar una propiedad antes de comprarla?
A la hora de pensar en comprar un inmueble, es importante saber que una visita nunca alcanza; qué recomiendan los especialistas.
8 de septiembre de 2025 – 18:07 – 7 minutos de lectura
Comprar una propiedad es una de las inversiones más importantes en la vida de una persona. A la hora de pensar en adquirir un inmueble, entran muchas cosas en juego. No es un trámite más: es, para la mayoría de las personas, la inversión más significativa de su vida. Esta decisión puede repercutir en todo el proceso hasta tomar la decisión, e incluso puede ser un proceso que se extienda durante años si se acompaña de un financiamiento hipotecario.
La presión de no equivocarse está presente en cada momento. Por eso, a continuación se presentan una serie de preguntas que responden diversos especialistas. Uno de los interrogantes más comunes entre los compradores es: ¿Cuántas veces conviene visitar un inmueble antes de comprarlo y en qué momentos hacerlo?
La respuesta no es lineal ni cerrada, pero los especialistas coinciden en que una única visita nunca alcanza. La segunda mirada suele revelar lo que la primera dejó pasar por alto, y una tercera puede ser útil para validar decisiones o incorporar la opinión de un arquitecto o técnico.
1) ¿Por qué es importante visitar más de una vez?
“Una sola visita no es suficiente; al menos dos son necesarias”, dice Soledad Balayan, titular de Maure Inmobiliaria. En la primera, el impacto suele ser más emocional: se observa la distribución de los ambientes, la luz y los accesos. En la segunda, el análisis es más racional y técnico: se revisan dimensiones reales, instalaciones y el estado del inmueble.
Balayan enfatiza un detalle clave: “La compra de un inmueble es la mayor inversión que realiza una persona, es lógico que uno analice muy bien todas las variables antes de comprar. En la segunda visita aparecen cosas que no se ven en la primera: desde manchas de humedad hasta si entran la heladera, el lavarropas o la cama que uno ya tiene”.
La cifra varía según el tipo de operación. “Un ideal es dos o tres veces. La tercera suele ser más profunda y se hace con un arquitecto, sobre todo si la propiedad requiere reformas”, sostiene Charlie D’Aria, director de D’Aria Propiedades.
Daniel Obetko, gerente de residencial premium de Interwin, añade que en muchos casos las primeras visitas son escalonadas: primero se acerca una persona de la pareja o familia, luego el grupo completo. “La vivienda es el lugar en el mundo de una familia. Más que contar visitas, lo importante es comprobar si la propiedad se adapta al estilo de vida y al futuro de quienes la van a habitar”, explica.
Por su parte, Ramiro Álvarez, Gerente Regional, y Alan Flexer, Gerente de la sucursal San Isidro en Narvaez, añaden un dato clave: “Es recomendable visitar el inmueble en condiciones climáticas diferentes, por ejemplo un día de lluvia, lo que puede ayudar a detectar filtraciones, goteras o problemas de asoleamiento que no se perciben en una primera visita”.
Los especialistas coinciden en que hay que visitar la propiedad al menos dos veces.
2) ¿Qué horarios son los más estratégicos para visitar la propiedad?
No solo importa cuántas veces se visite, sino también en qué momentos del día. “Lo ideal es hacerlo a primera hora de la mañana y luego a primera de la tarde, para ver cómo influye el sol, cómo es el tránsito en la calle y cómo cambian las luces en el interior”, sugiere D’Aria.
La orientación y la luminosidad de un departamento pueden determinar la experiencia cotidiana de quien lo habite. “Hay departamentos a los que nunca les pega el sol, y eso puede ser un problema si lo que buscás es luz natural”, agrega D’Aria.
Obetko coincide en que conviene chequear la propiedad en distintos horarios si existen dudas sobre la iluminación o el entorno. Incluso recomienda dar una vuelta por el barrio de noche, aunque no se entre al inmueble, para percibir cómo se siente la zona en términos de seguridad y movimiento.
3) ¿Qué mirar en cada visita?
Los expertos coinciden en una serie de chequeos básicos:
– **Instalaciones:** probar las canillas, la calefacción, los aires acondicionados y los artefactos eléctricos. “Puede que la propiedad no esté habitada, y el desuso suele ser un enemigo silencioso”, advierte D’Aria.
– **Estructura:** revisar techos, humedad, aberturas y ventilación. “El agua es la gran amenaza de una propiedad. Si hay filtraciones o humedad, es un mal síntoma”, agrega.
– **Edificio y entorno:** observar expensas, estado de las áreas comunes, ascensores y hablar con el encargado. Obetko recomienda preguntar si hubo expensas extraordinarias frecuentes, algo que puede anticipar futuros costos ocultos.
– **Dimensiones reales:** más allá de los planos, conviene medir ambientes y chequear si entran los muebles existentes. “Es distinto mirar un living vacío que imaginar dónde va el sillón de tres cuerpos”, dice Balayan.
Desde Narvaez aportan un consejo adicional: grabar la visita con el celular. “De esa manera se puede volver a recorrer la propiedad en detalle más tarde, detectar aspectos que pasaron desapercibidos en el momento o incluso compartir el video con familiares y asesores antes de tomar la decisión”, explican.
4) ¿Qué preguntar antes de comprar?
Preguntar es tan importante como recorrer la propiedad. En este sentido, al vendedor o a la inmobiliaria se le puede consultar:
– ¿Por qué se vende la propiedad?
– ¿Cuánto se paga de expensas y si hay aumentos frecuentes?
– ¿Si hay ruidos molestos o problemas entre los vecinos?
– ¿Qué tiempo necesita el vendedor para mudarse?, algo que puede impactar en los plazos de entrega.
D’Aria suma otra recomendación: “El comprador debería preguntar cuáles son los gastos fijos y también la expectativa del vendedor, porque eso condiciona la negociación y el cierre de la operación”.
Los especialistas coinciden en que el análisis no comienza en la puerta de la propiedad, sino mucho antes, cuando el comprador se pregunta qué quiere y qué puede pagar. Estas son cinco preguntas básicas que conviene hacerse antes de empezar a recorrer:
– ¿Cuál es mi presupuesto real? No solo cuánto dinero tengo, sino cuánto estoy dispuesto a gastar sin comprometer mi economía.
– ¿Cuánto tiempo planeo vivir aquí? No es lo mismo comprar para unos pocos años que pensar en décadas.
– ¿Qué necesito del barrio? Transporte, seguridad, cercanía a escuelas, comercios, espacios verdes.
– ¿Es para uso propio o inversión? Una cochera, un balcón o ciertos amenities pueden no ser prioritarios para quien viva, pero sí marcarán la diferencia al revender.
– ¿Estoy dispuesto a encarar una obra? Si la respuesta es sí, hay que sumar un arquitecto desde el inicio para medir costos reales.
Una visita con un arquitecto o técnico puede marcar la diferencia entre una buena compra y una decisión costosa. “Si la propiedad requiere obra, es imprescindible que un profesional evalúe qué arreglos son posibles y qué costo tendrán”, sugiere Obetko.
D’Aria coincide: “La tercera visita con un arquitecto permite proyectar la obra y calcular el presupuesto real. Una propiedad puede ser barata al inicio, pero transformarse en un gasto alto si después aparecen refacciones inesperadas”.
5) ¿Qué mirar más allá de la propiedad?
Los especialistas coinciden en observar la calle, la conectividad con transporte público, los servicios cercanos, la seguridad y el perfil de los vecinos.
Balayan insiste en el estado del edificio y la relación entre expensas y mantenimiento. Obetko aconseja mirar a futuro: “Si uno tiene hijos adolescentes, después va a ser fundamental el transporte para que puedan moverse solos. También conviene evaluar la cercanía a escuelas, hospitales o áreas comerciales según el momento de vida de la familia”.
“Los indiscutibles que importan: el barrio, el tipo de edificio, si tiene o no cochera, si tiene o no amenities, si uno quiere refaccionar o no, si está vinculado a la cercanía a algún familiar, al trabajo o al colegio, entre otros”, suma Obetko. “En definitiva, el proceso de compra no es solo evaluar cómo está la propiedad, sino también cómo uno se siente en ella”, concluye Obetko. Porque más allá de los metros cuadrados, elegir una casa o un departamento es, en última instancia, elegir un lugar en el mundo.
Por Candela Contreras